El traductor… ¿nace o se hace?

Hola:

El saludo va dirigido a todo aquel que lea estas divagaciones; divagaciones, en su tercera acepción del DRAE. Por supuesto, saludar debe ser lo primero, pues como dicen: «El saludo no se le niega a nadie». Disculpas anticipadas por lo personal de los pensamientos, pero tómenlo como una presentación en el sentido de un quién soy en mi vida laboral.

Me gustaría abrir el blog con una entrada dedicada a cómo llegué a ser traductor, en concreto, traductor jurado de alemán, traductor de inglés a español y revisor de textos escritos en español. Además, también me gustaría (querer es poder) que participen y cuenten cómo han sido sus experiencias.

Vamos, siéntense que empieza esto. ¡Atentos! 🙂

Érase una vez, un niño de 9 años que se aburría en sus clases del colegio público hasta que su profesora —¿las seguirá habiendo así de preocupadas por su alumnado?— le propuso algo a los padres del pequeño. Esa proposición, no indecente, era simple, pero requería un esfuerzo; un gran esfuerzo. Dijo: «¿Y si intentamos que el niño entre en el Colegio Oficial Alemán?». Dicho y hecho —no fue tan fácil, pero para resumir. Tras superar unas pruebas de admisión, ese niño ya con 11 años inició su idilio con los idiomas. Ese niño soy yo.

Desde entonces, siempre he estado rodeado de palabras. Ellas me atacan, yo contraataco. El colegio empezó convenciéndome de que el alemán era magnífico. Lógico, estaba aprendiendo un idioma, que además no era inglés, lo que le daba cierto exotismo al asunto. Así que mis alabanzas diarias al alemán y a lo que aprendía en el colegio hacían que el esfuerzo valiese la pena. Sin embargo, allá por 1.º de bachillerato, me topé con una magnífica profesora de español. Lengua siempre había sido una asignatura de las de nota, pero me gustaban más otras como Historia o, incluso Química, sí, Química, no me he equivocado. Pero —y aquí se demuestra que la importancia de tener un buen profesor que sepa motivar a los alumnos es determinante— el español empezó a cautivarme. Me gustaba hasta el análisis sintáctico. Entre complementos predicativos y calambures terminé la formación en el colegio con dos selectividades, el Abitur y la selectividad española. No quise irme a Alemania y había que tomar la decisión ¿de mi vida? De la laboral, al menos, sí…

Licenciatura de Traducción e Interpretación (TeI) era el nombre de mi primera opción para entrar en la universidad. ¿Por qué? El traductor… ¿nace o se hace? Con 18 años, mi mente fue capaz de pensar (menos mal) que si las asignaturas que más me gustaban eran Historia, Español y Alemán, algo había que descartar. A partir de este pensamiento, la pobre Historia fue eso: «historia» para mí. TeI conjugaba bien las otras dos, así que White and in bottle: milk.

Entonces, ¿existe la vocación? Pienso que no. Si no se entremezclan todas esas circunstancias que he contado, no hubiese sido traductor o, al menos, hubiese habido un número menor de posibilidades. No entiendo a aquellos que dicen que son esto o lo otro por vocación. Otra cosa será que te dediques a una profesión porque te ha gustado desde hace tiempo; esto vale. «Soy profesora por vocación». Eres profesora porque hiciste Magisterio, hiciste un máster o pasaste unas oposiciones y has tenido plaza, por ende, esfuerzo, estudio o suerte, por ejemplo. Desde luego, puede que tu profesión sea una u otra porque te ha gustado desde hace tiempo y has luchado por conseguir ser eso, pero, no sé, la vocación no se lleva bien conmigo. 🙂

También hay muchos, en el caso de TeI por ejemplo, que empezaron la carrera por motivaciones parecidas a las mías = me gustan los idiomas y quiero trabajar con ellos… y ahora aborrecen la traducción. Y ¿por qué se llega a esta última situación? Pues la razón principal, entre otras, me parece bastante simple: saber idiomas no es traducir. Posiblemente, traducir requiere una serie de características del traductor prácticamente indispensables para su práctica… la de traducir, digo (ya saben: estar sentado varias horas desgranando y desmembrando frases, ser jefe, organizador y gestor de proyectos, etc.).

Y, así, me convertí en traductor jurado de alemán. Ahora me gusta más el español que el alemán, pero sobre todo, me gusta traducir o revisar textos. Me gusta escribir y poder expresarme gracias al intento cada día de dominar la palabra —que para eso está, por cierto. Parece que a algunos traductores y profesionales que están envueltos en palabras a diario se les olvida que no dominan el idioma nativo por el mero hecho de haber estudiado una carrera relacionada. ¡No! Debemos dudar mucho más de nuestras frases: ¡nuestros textos lo agradecerán! En la sociedad que estamos es un logro hacer que la gente pueda entenderse. Esto también lo consigue un traductor con sus trabajos y, por supuesto, un intérprete.

¿Y ustedes? ¿Cómo llegaron a ser traductores? ¿Preferirían tener otra profesión?

30 comentarios el “El traductor… ¿nace o se hace?

  1. ¡Hola y bienvenido a la blogosfera!

    Buena entrada para estrenar tu blog y que nos conozcamos todos un poco más. Veamos, yo para empezar diré que sí creo en la vocación –no monja-style, creo que nadie ve la luz en ese sentido– pero estoy convencida de que para algunas personas es así.

    Yo empecé a estudiar inglés a los 6 años y desde entonces no he parado. Recuerdo que de peque hacía piscina también y hubo un momento en el que mis padres me hicieron decidir qué prefería hacer, porque ambas cosas no podían permitírselas. No dudé. Me gustaban los idiomas extranjeros; de alguna forma era como descifrar un jeroglífico, o así lo veía yo entonces. De ahí empecé a hacer también alemán por correspondencia hasta que pude entrar en el Goethe Institut e hice los cinco años de francés en una EOI de Barcelona compaginados con el instituto. De adolescente seguí con mi pasión británica, sobre todo por la música (Blur, Oasis y Take That, sí lo confieso) y ya empecé a tener claro que quería que mi futuro fuera encaminado a eso: a los idiomas. Y ya está, cuando hubo que decantarme por una carrera no me lo pensé dos veces e hice TeI (aunque mis padres tenían sus reservas porque querían que hiciera algo con lo que labrarme un futuro mejor, económicamente hablando, y hubo incluso un profesor que me recomendó que hiciera medicina o algo así, porque con las notas que tenía era una lástima que hiciera una de letras… sí, como lo lees).

    Bueno, todo este rollazo para comentarte que, de algún modo, todos los que nos dedicamos a esto lo hacemos por amor a las letras, a la lengua o a la literatura, ¿no crees? Y yo, personalmente, no necesito un despacho grande con una plaquita dorada en la que ponga mi nombre. No seré millonaria, pero me encanta lo que hago.

    Un saludo y por muchas entradas más 🙂

    Un abrazo,
    Scheherezade

    • ¡Hola!

      Gracias por pasarte por aquí a leer y, además, a comentar. 🙂

      Creo que no me he explicado bien con lo que yo entiendo por vocación, pero casi mejor, pues eso creo que ha suscitado más ganas de responder a los que sí creen en ella. 🙂
      Yo la veo como algo que te viene de pequeño, porque es lo que estás acostumbrado a ver en casa. Es decir, si tu padre es futbolista y tu madre baloncestista, pues es normal que acabes siendo deportista profesional de mayor. Pero, si entras en un colegio porque te aburrías en clase de un colegio público – como era mi caso – o simplemente por «actividades extraescolar» y ya a raíz de eso, compruebas que te gusta, cada vez más y más, pues eso no es vocación. Opinión humilde todo esto, siempre, eh. Eso es cúmulo de circunstancias y situaciones junto con destino (si es que este existe como tal) que te han llevado a ser traductora. Aparte de esto, me refería, sobre todo, a aquellos que dicen: «ser profesora era mi vocación. Siempre quise serlo». Pregúntale a sus padres y te dirán que jamás dijo ni se le vieron maneras de ello. Vaya que es una palabra que queda bien si se dice para acompañar al nombre de ciertas profesiones, en concreto, aquellas profesiones bien vistas por la sociedad (ya ves el caso que has mencionado de tu profesor y medicina, por ejemplo).
      Al caso, todo un acierto, porque me consta que desempeñas tu trabajo muy bien. Así que bien elegido estuvo en su día…¿quién sabe si como médico ahora mismo tendrías trabajo tal y como está la situación en el país?
      Los estereotipos también están presentes en las notas y la elección de carreras. Al fin y al cabo, lo importante es hacer lo que te gusta. Nosotros parece que hemos hecho bien.
      Puedes tener ese despacho con plaquita en casa o en un local donde inicies una carrera como traductora y empresaria, ¿por qué no? Aunque no sea tu meta, se puede tener también. 🙂

      Espero poder escribir más y que sea del interés de muchos.

      Un abrazo,
      Devadip

  2. A mí tampoco me va eso de la vocación. Yo estoy muy contenta de haber estudiado TeI, pero la verdad es que ni se me había pasado por la cabeza durante el instituto.

    Y sí, eso de «con estas notas ni se te ocurra ir por letras» es tristemente muy común.

    Saludos,
    Laura

    • Hola, Laura:

      Gracias por haber leído mi primera entrada y por comentar.

      Como acabo de escribir en respuesta a lo que comenta Scheherezade, existen diversos estereotipos en la sociedad. Uno de ellos es: «si tienes buenas notas, estudia ciencias». Con el paso del tiempo, puede que no tengas la oportunidad de medrar en tu trabajo. Puede que no aprendas, pero mira, eres médico o abogado que está bien visto por la sociedad…¿qué sacas con eso?
      Es mejor ejercer una profesión que te guste y, por supuesto, que hagas bien.

      Seguiremos informando por aquí.

      Un saludo,
      Devadip

  3. ¡Hola!

    Pues yo como mi compi Scherezade también creo en la vocación. No hay nada mejor que trabajar en algo que te gusta y te llena. Si fuera empujada a hacer algo que no me gustase porque es más seguro o estable, no sería nada feliz.

    Yo empecé a estudiar inglés a los 5 años porque siempre, desde más pequeña, había escuchado mucha música en casa y mi propia curiosidad me hizo averiguar qué decían esas canciones. Hacía inglés extraescolar porque en mi escuela, inglés aún no era una asignatura. En mi escuela se hacía francés y hasta 6º de primaria, no se hizo el cambio. Se dejó de hacer francés para hacer inglés. Cuando empecé inglés a los 5 añitos, descubrí que tenía una facilidad enorme para aprender el idioma y sus acentos y rápidamente me enamoré más y más del mundo anglosajón. Al mismo tiempo, cuando se dejó de hacer francés en la escuela, yo seguí mi formación en la Alianza Francesa porque ya tenía cierto nivel y no quería perderlo. Este idioma está en el puesto número 2 de mi ranking. En primero de carrera, empecé alemán, un reto pero aun así, muy interesante y vi que gracias a la facilidad para aprender idiomas sumado a la muy temida asignatura de Historia de la Lengua Inglesa de la carrera, donde el inglés antiguo es bastante similar al alemán actual, pude aprender y avanzar más rápido.

    Mis padres nunca me han dicho, estudía esto o haz esto, siempre he sido yo la que he dicho, quiero estudiar esto, tengo claro lo que quiero y lo que no, así que en mi caso, las circunstancias no me han llevado a convertirme en traductora. Desde bien pequeña buscaba ser traductora. Hice Filología Inglesa y Traducción e Intepretación por elección propia, porque me fascina el inglés y todo lo que conlleva (literatura, historia, sintaxis….) y en segundo lugar, porque pienso que es esencial conocer en profundidad esa base para traducir bien.

    Otra de mis pasiones es el mundo de la interpretación (tanto en cine, teatro y televisión) y por eso me especiallzé en traducción audiovisual.

    Así que apuesto firmemente por la vocación. Hay que soñar y pelear por lo que uno quiere. No es fácil pero cuando se consigue, no hay dinero que lo pague.

    Saludos y a seguir escribiendo,

    Olga

    • Hola, Olga 🙂

      Gracias a ti también por participar. Tienes una muy buena historia idiomática con la que se demuestra que tu innegable pasión por tu trabajo.
      Como dices y he comentado, no tiene sentido trabajar en algo que no te gusta solo por que las leyes sociales así lo dicten.
      En la respuesta que le di a Scheherezade he aclarado mi visión acerca del concepto de vocación. Creo que no lo había explicado son suficiente claridad.

      Sigue por el camino que cuentas, pues así se consigue lo que se quiere.

      Vamos a ver qué nos depara la próxima entrada…a ver si también te parece interesante.

      Saludos,
      Devadip

  4. Creo que tengo una visión parecida a la tuya en cuanto a vocación. En mi caso, sacaba buenas notas y me animaron a estudiar ingeniería (típico, que ya se ha comentado aquí), y el caso es que las ciencias me encantaban, así que hice el bachillerato de ciencias, lo cual me vino muy bien para darme cuenta de que no eran lo mío 😉 Así que en el momento decisivo tras la selectividad, por lo que me decanté fue por filología clásica, porque el mundo clásico siempre me había fascinado -seguramente, como también se ha comentado ya aquí, por influencia de una profesora en 1º de la ESO- y quería aprender griego y latín. Y ahora estoy formándome como traductora, porque la lengua es lo que realmente me atrae. ¡Qué vueltas que da la vida!

    Un placer leerte, TraducThor, esperemos que lo sea muchas veces 😉

    • ¡Hola!

      Gracias por tu comentario.

      La vida puede dar muchas vueltas…no solo en cuanto a la vida laboral se refiere, claro. La tuya ha dado las vueltas suficientes, al parecer, como para llegar hasta una buena profesión. Cuando termines de formarte, espero que ya sea la profesión definitiva y la disfrutes. 🙂

      Se intentará escribir cosas interesantes, sí.

      Un saludo,
      Devadip

  5. Felicidades por dar el paso de abrir un blog, sobre todo si nos vas a brindar reflexiones tan interesantes como esta. Me ha encantado lo que has escrito, y estoy muy de acuerdo contigo. Yo tampoco creo en la vocación, o tal vez la entiendo de una manera diferente al resto. Creo que a cada persona le gustan unas determinadas cosas, y ese hecho hace que las explore y les preste más atención. Algunos, por suerte o por dedicación esfuerzo, pueden llegar a vivir de profesiones relacionadas con ellas, y entonces lo llamarán vocación, y afirmarán que hacer lo que hacen es es lo que siempre han querido, y les felicito por ello.

    Ahora te cuento mi historia, porque yo a veces me siento un poco «fuera de lugar» entre tantos que dicen querer ser traductores desde siempre. A decir verdad, siempre me he sentido así respecto a todos los que quieren ser «algo» específico desde muy jóvenes cuando apenas tienen experiencia para saber en qué consiste realmente una profesión. No digo que no sea posible, simplemente no es mi experiencia y, por ello, tal vez me cueste entenderlo.

    Cuando era una cría quería ser médico o enfermera, o eso le decía a todo el mundo, pero aquello se debía más a la idea romántica que se había formado en mi cabeza de niña y, a medida que llegué a la adolescencia, vi que aquello no era lo mío, aunque seguí tirando por la rama de ciencias durante el bachillerato. Llegó entonces un punto en el que no sabía lo que quería, ni tampoco me lo planteaba demasiado, hasta que llegó un día en el que, de repente, había sacado con nota el examen de Selectividad y me plantaron delante un libro con un montón de carreras universitarias, de entre las cuales tenía que escoger una en muy poco tiempo. Imagínate la presión y la incertidumbre que sentí en ese momento.

    Y si no sabía lo que quería era precisamente porque me gustaban muchas cosas. Venía de la rama de ciencias. Me gustaba mucho la biología y pensé en carreras afines, me apasionaba el cine y pensé que en Comunicación Audiovisual me iría bien, pero lo que mejor se me había dado siempre eran los idiomas, o eso demostraban mis notas en inglés y en lengua y mi pasión por la lectura, así que me planteé hacer Filología Inglesa, aunque viniendo de bachillerato de ciencias lo tuviera más difícil para entrar allí. La pega era que no le veía muchas salidas (craso error). Entonces me topé en el librito con una carrera de la que nunca había oído hablar: Traducción e Interpretación. Me llamó la atención y, tras mucho pensarlo, aquella terminó siendo mi primera opción, pues pensé que tendría más salidas. Entré y así empecé a estudiarla.

    No voy a decir que fui una estudiante modelo en la Universidad porque no es verdad y tuve mis altibajos, pero la disciplina que estudiaba acabó gustándome mucho, aunque al salir de la facultad me agarrase al trabajo que fuera porque de algo había que comer, no quería volver a casa de mis padres, las agencias de traducción o los trabajos de traductora en plantilla en mi tierra eran materia de ciencia ficción y andaba demasiado perdida como para saber buscarme la vida como autónoma. No estaba preparada. Cuando me di cuenta llevaba mucho tiempo de un trabajo a otro, de oficina en oficina, siempre gracias a mis idiomas y aptitudes, pero había dejado de lado la traducción. Entonces, ¡albricias! Por fin tenía dinero para irme a Barcelona y pagarme el MTAV, máster que quería hacer desde que acabé la carrera (¿He mencionado que me apasionaba el cine?). Y eso hice. Allí aprendí mucho sobre la realidad del traductor autónomo, más que en la carrera, y entonces todo cobró sentido, porque ya, después de unos cuantos trabajos y tumbos de un lado a otro, de los cuales he aprendido muchas cosas, me doy cuenta de que la vida de asalariada no es para mí, que la traducción me gusta y tengo una formación que me permite desempeñarla y que, si quiero sentirme satisfecha con mi trabajo y ser un poquito más feliz (sólo un poquito, porque no todo en la vida es trabajo), establecerme como traductora autónoma, con sus ventajas y desventajas, es la mejor opción para ello. Con esta profesión puedo dar rienda suelta a mis ganas de aprender, de saber un poco de todo, de no estancarme y de ser independiente (es decir, todo lo que me gusta y forma parte de mi manera de ser); no es la única que me puede aportar todo eso, pero es a la que me han llevado las circunstancias. Ahora, varios años después de acabar la carrera, puedo decir que por fin me siento traductora, que he aprendido a querer serlo, y que lucho y voy a seguir luchando todo lo posible por vivir de ello. Como ves, poco tiene que ver esto con la idea que se suele tener de vocación.

    Si tuviera que decir cuál es mi vocación, si como vocación entendemos lo que más nos gusta, lo que hacemos de forma innata sin preguntarnos por qué y seguimos empecinados en explorar aunque las cicunstancias nos lleven por otros derroteros, ahora tengo claro que diría que es dibujar, pero esto lo descubrí hace poco y no quiero vivir de ello, no necesito que sea mi profesión para hacerlo. Además, lo mío con el dibujo es otra historia, también llena de altibajos, y debe ser contada en otra ocasión.

    Por cierto, las salidas ya no me importan y sigo queriendo estudiar Filología Inglesa, algún día… es lo que nos pasa a los eclécticos, que queremos abarcarlo todo.

    Y con este ladrillo, que no sé si aportará mucho, creo que queda clara mi postura sobre este tema. Espero que sigas brindándonos nuevas entradas igual de interesantes y bien escritas que esta.
    Un abrazo 😉

    • ¡Hola!

      En primer lugar, te agradezco que te hayas tomado la molestia de haber escrito tanto. Es un placer ver que has ¿gastado? tu tiempo en responder. Y gracias también por la bienvenida. 🙂

      Tu primer párrafo explica, posiblemente mejor de lo que yo lo he hecho, mi propia visión sobre la vocación. Justo eso es lo que pienso sobre ella.

      De toda tu historia, me gustaría destacar, entre otras frases, que no conocieses de antemano lo que era Traducción e Interpretación. ¿No demuestra eso lo poco que se valora esta profesión? Siempre insisto en lo mismo, pero no me cansaré y espero no cansar… ¿Por qué abogado o médico… o, si eres de letras, profesor de inglés? La sociedad nos empuja a creer que ciertas carreras no tienen salida o, lo que es peor, a ni siquiera conocer una carrera, como nos cuentas.
      La palabra ecléctico define posiblemente, si hubiese que utilizar solo un vocablo para hacerlo, a un traductor. Nos gusta hacer de todo – mencionaré algo sobre esto en la próxima entrada la cual empieza ya a plasmarse en papel.
      Hiciste muy bien al elegir ese máster. Si te gusta, ¿por qué no lo ibas a hacer? Ahora estás contenta con lo que haces, que como he dicho, es realmente lo importante.

      Nada de ladrillo…has aportado otra interesante visión sobre la traducción y eso es lo que pretendía con mi entrada. Saber cómo llegan otros a entremezclarse con palabras de distintos idiomas para hacérselas llegar al resto por escrito, si eres traductor, o por vía oral (cual medicamento), si eres intérprete. Así que vocación o no de por medio, espero que sigas adelante con lo que te gusta.

      Un saludo,
      Devadip

  6. ¡Hola! Me ha encantado tu primera entrada, tiene mucha chispa, ¡tiene mucho de ti! Es agradable leerte y reconocerte en tus palabras. Me alegra muchísimo que te hayas decidido a crear un blog, verás qué alegrías te trae esta iniciativa, estoy segura. Te deseo mucha suerte, y ya sabes, tienes otra fiel lectora más por aquí 🙂

    • ¡Hola!

      Gracias por pasarte a leer por aquí, aunque mucho de esto ya lo sepas de primera mano. 🙂

      No sé si eso de que «tiene mucho de ti» es bueno o malo, pero se supone que al escribir en un blog debe plasmarse tu ¿personalidad? en él, ¿no?
      A ver si es verdad eso que dices de que esta iniciativa me traerá alegrías. Por ahora, sí que lo hace gracias a los comentarios que están escribiendo.

      Espero no aburrir a esa buena lectora fiel con mis futuras entradas. No solo comentaré acerca de la traducción… I swear!

      Un saludo,
      Devadip

  7. ¡Hola! Al final he sacado un ratillo y me voy a animar a comentar.
    Me ha gustado mucho la entrada porque la verdad es que soy un poco cotilla y me interesa mucho saber cosas sobre la vida y las inquietudes de las personas con las que trato, aunque sea simplemente por Twitter.
    Es curioso ver como otros traductores han llegado a ser lo que son y la verdad es que yo tampoco sé si tiene algo que ver con vocación, aunque sí que tengo claro que es un trabajo que el que lo hace, es porque le gusta, porque todo lo que tiene de bonito lo tiene de sacrificado, así que algo debe de gustarnos (aunque los tipos de documentos que traducimos sean a veces tan interesantes como mirar como se seca la pintura de una pared, ejem).
    Así que yo no sé si lo mío es vocación, lo que sé es que desde pequeñita, me han gustado las palabras, escribir, leer y hablar (no callo), y desentrañar el significado de poesías y canciones. Y precisamente en la música encontré un refugio, y no solo cantando, también me dedicaba a traducir canciones, a intentar averiguar qué puñetas estaba diciendo Lauryn Hill cuando se ponía a rapear como una loca, o el de Aerosmith cuando se desgañitaba en un agudo. Me dediqué a esto mucho tiempo, y aprendí muchísimo de las canciones y la tele en v.o .
    No soy una virtuosa de la lengua inglesa (ni de la francesa) aunque intento aprender más siempre que puedo, pero puedo jactarme de tener cierta facilidad para los idiomas, además de encantarme, y el último año del bachiller conocí a una intérprete y traductora y me enamoré de su trabajo y de su estilo de vida.
    Por eso, después de terminar un bachillerato científico técnico horrible, que me empeñé en hacer porque siempre he querido ser arquitecta y en el que lo pasé fatal, me lancé de cabeza a estudiar TeI y desde entonces no he vuelto a mirar atrás.
    Llevo tres años intentando hacerme un hueco en este mundo y no me arrepiento y tampoco me canso. Me gusta todo el proceso; hacer presupuestos, documentarme para hacer glosarios, traducir y revisar. Cuando me llega un proyecto a la bandeja de entrada soy la chica más feliz del mundo, y luego me paso una semana, o lo que dure, quejándome de que no paro de trabajar y bebiendo café y té sin medida.
    Así que lo dicho, no sé si es vocación, pero ¡me encanta mi trabajo!
    Un saludo, mucho ánimo con el blog, y perdona por el rollo 😉

    América

    • ¡Hola, América!

      También gracias a ti por exponernos tus inicios con los idiomas. Parece que muchos coinciden en haberse adentrado en el «mundillo» desde la traducción de letras de canciones. La música siempre aporta conocimientos, aunque no nos demos cuenta.

      En ningún caso ha sido un rollo. Como le he dicho al resto de las comentaristas, mi propósito con esta entrada no era contar mi historia en sí – porque ya me la sé 🙂 – sino saber de los demás traductores. Otra de las curiosidades que también veo en varios traductores es que salimos de las ciencias para meternos en TeI. De hecho, yo hice dos selectividades – como ya dije. La española fue en 1º de BACH., de ciencias, pero aburrido de los números, terminé cambiándome en 2º de BACH a las letras (filosofía, literatura e historia). Es decir, cultura general y eclecticismo por doquier. Sin embargo, la selectividad alemana (el Abitur), la hice de ciencias y bastante puras… Uno de los exámenes era de Chemie (química).

      Sea como sea, lo importante de lo que hemos ido comentando es que hacemos lo que nos gusta. Y eso que nos gusta es traducir, comunicar, utilizar la palabra para conseguir que la gente se entienda. Y me parece una gran labor, aunque esté mal que lo diga uno que trabaja con y en ello.

      Gracias por los ánimos, cuando quieras, puedes volver a comentar y alimentar nuestras mentes con tus vivencias.

      Un saludo,
      Devadip

  8. Pingback: La semana en 10 entradas (12-16 noviembre) | Blog de Leon Hunter

  9. Hola, Devadip.

    En primer lugar, felicidades por el blog, espero que haya muchas más entradas por llegar. Estoy totalmente de acuerdo con Scheherezade. Soy de esas que dicen trabajar en esto «por vocación» y no me arrepiento lo más mínimo. Si te digo la verdad, me da algo de rabia que la gente no lo entienda o lo interprete como un gesto altivo, como si por considerar algo así uno dijera «esto tan emocionante lo descubrí yo antes». Tengo un montón de amigos que no pensaban que la traducción fuera a moverles tanto y al final ves cómo se dejan la piel: eso es tan válido como cualquier otra circunstancia. Simplemente, creo que depende del concepto que tengas del término, quizás no lo entendamos de la misma forma. Para mí no es algo espiritual, ni lo achaco al destino . Vamos, nada que ver con la primera acepción de la RAE. De hecho, la segunda la define como la «inclinación» hacia algo, que es precisamente de lo que hablamos, ¿no?

    Para mí es simplemente una forma de expresar eso que tú mismo explicas y rechazas asociar a esta palabra: que no acabé estudiando TeI por casualidad, fuerza, circunstancias o azar, sino porque me gustaba de verdad y lo había tenido claro desde hacía muchísimos años, algo que creo que no es muy común, sobre todo cuando en tu familia todo el mundo es de ciencias (mi padre hace satélites, yo soy más poca cosa x’D). No es ni mejor ni peor: es distinto. Aunque si te soy sincera, considero que es una verdadera suerte que eso no me haya supuesto nunca un quebradero de cabeza, porque saber lo que quieres es quizás una de las cosas más complicadas del mundo y tengo amigos que realmente lo han pasado mal «buscando su camino» (que suena muy moñas, pero es así).

    Lo único que creo que puede haberme marcado es que en mi casa se fomentaba mucho la lectura, que tuve una gran profesora de inglés en primaria y que me hacía mucha gracia ver los vídeos de Muzzy, pero eso solo te puede empujar a descubrir que tienes más talento en unas áreas que en otras (como le pasa a todo el mundo).Creo que el gran acierto de mis padres fue que me dieron la oportunidad de ver y hacer de todo: un día me llevaban al planetario, al siguiente a la presentación de un libro y al siguiente al museo del ferrocarril. ¡No parábamos! Mis padres jamás nos han dejado a mis hermanos y a mí para irse a un bar o hacer un viaje: disfrutaban de verdad haciendo cosas con nosotros, cada día. No recuerdo una sola tarde en la que no se sentaran a jugar conmigo, leerme un cuento o echarme una mano con los deberes, incluso después de todo un día trabajando. Si tienes la gran oportunidad de experimentar cosas variadas desde muy pequeño, es muchísimo más fácil descartar aquellas que quizás no te hagan tanta gracia desde joven. Mi padre era el único que sabía inglés en casa por el trabajo, pero curiosamente no es algo sobre lo que pusieran atención hasta que mis propios profesores les comentaron se me daba extrañamente bien (el secreto es que oía música como una loca y estaba empeñada en saber qué decían las canciones de Radiohead). Recuerdo que casi todos mis compañeros habían estudiando inglés extraescolar desde los 6 años y yo hasta tercero de primaria, ni flores. En mi caso, no era que me gustaran los idiomas o se me diera bien el inglés: lo que me gustaba era traducir, y desde bien mocosa. ¿Cómo no acabar dedicándome a esto profesionalmente? A mí no se me ocurre otra palabra mejor para describir mi historia personal que «vocación»: me gustó algo desde siempre, me incliné hacia ello, resultó que se me daba bien y al terminar la carrera he comprobado que no me equivocaba en que esto iba a encantarme. No creo en la magia, todo tiene una explicación, claro que hay factores que te influyen: simplemente tuve suerte de descubrir lo que me gustaba a la primera. ¿Para qué inventarme otra palabra cuando ya existe una?

    ¡Abrazos!

    Nieves

    • Hola, Nieves 🙂

      Gracias por pasarte a comentar.

      Has tenido mucha suerte con que se fomentase tanto ya desde casa la ambición por «el saber». Eso forma parte de la educación, es más, es una de las partes más importantes y parece que algunos padres de hoy en día lo dejan en manos de Play Station. Ella educa mejor y nos quita el problema de encima. Así que, por ese lado, tuviste el empujón necesario.
      No es cuestión de entrar en si tu caso ha sido vocación o suerte, destino, circunstancias… Da igual, lo bueno es, como le digo al resto, que has podido hacer lo que te gusta. Pero, lee detenidamente y objetivamente lo que has escrito… ¿Las circunstancias no te ayudaron? 😛
      Con unos padres que no te ayudasen y en lugar de ponerte Muzzy en la tele o comprarte sus videos (y muchas otras cosas que harían de las que o no te acuerdas o ni siquiera te dabas cuenta – pero seguro que también ayudaban a crear a una futura buena entendedora y escritora)… te hubiesen comprado un paquete de papas fritas y un refresco para que les dejases en paz…¿también hubieses tenido ese hambre por saber lo que decían las canciones de Radiohead y de aprender tanto en general? Como dices, la palabra es lo de menos… Veías que te querías dedicar a esto. Y mira aquí estás.

      Sea como fuere, una forma muy buena de llegar a ser una muy buena traductora. Seguro que lo eres y lo que te queda por delante (que ya he visto que vas a traducir un libro). ¡Felicidades por eso también! 😀

      Un saludo,
      Devadip

      • ¡Hola otra vez!

        Mucha, muchísima suerte, lo pienso constantemente y a ver cómo se lo devuelvo al mundo. Como te comentaba, claro que las circunstancias ayudan a tomar decisiones vitales (todo pasa como consecuencia de algo), por eso decía que no creo en la vocación como una fuerza sobrenatural, sino como una inclinación natural hacia algo, en mi caso esta profesión. No creo que sea un concepto en el que se pueda creer o no creer, como en las hadas y los duendes, vaya 🙂 A lo que creo que me ayudaron mis padres es a encontrar un camino, el mío, que podría haber sido cualquier otro. No solo me pusieron Muzzy, también veía muchísimos documentales de Cosmos y la astronomía me encantaba. ¿Por qué hice esto? Pues por lo que yo llamo «vocación». En el fondo, creo que hablamos de exactamente lo mismo, pero tú no quieres etiquetarlo con una palabra.

        Como dices, lo importante es que disfrutemos. Y muchas gracias por la enhorabuena 🙂

        ¡Saludos y a seguir así!

        Nieves

        • ¡Hola de nuevo! 🙂

          En realidad, da lo mismo. Vocación o no, haces lo que quieres…así que ya es bastante. Todavía más en la época en la que estamos, se agradece poder hacer lo que se quiere.
          Solo hay que pedir que se necesiten cada vez más traducciones para que haya trabajo para todos y en buenas condiciones.

          Nos vemos en la próxima entrada, si es que tienes tiempo de leer otras cosas que no sean «tu novela» 😛

          Un saludo,
          Devadip

  10. ¡Hola! Me encanta el blog, y el tema de la entrada. La verdad sea dicha, yo llegué a esto de la traducción por vía de los idiomas. Empecé por el inglés (a los 9 años, allá por el siglo pasado) y siempre hacía más que lo que mandaba la profesora, iba a la biblioteca y me sacaba novelas en inglés mucho antes de poder leerlas fluidamente (la primerísima que leí, diccionario en mano, fue The Sea Wolf de Jack London. Ni sé cómo me acuerdo de esto). En el Liceo nos enseñaban francés los 4 años, y ahí arremetí con leer novelas en francés, y después cuando empecé a trabajar, como los fines de semana me aburría, se me ocurrió ponerme a aprender alemán (aclaro que mi mamá se había criado en Berlín, pero nunca se habló alemán en mi casa porque como se escapó por un pelo de los nazis, no sentía demasiado amor por el idioma). Y por ahí, como trabajé muchísimos años con un ingeniero, metía «mano» con las traducciones de artículos técnicos (me acuerdo que, diciconario en mano, me traduje un manual en alemán de una planta de desdoblamiento de ácidos grasos, qué tupé el mío….). Estuve becada por el AFS (American Field Service) un año en Maryland, EE. UU., donde cursé el Senior Year del High School, y donde perdí para jamás recobrarlo mi acento británico adquirido en el Anglo-Uruguayan Institute…. Bueno, para acortar la historia, después de jubilarme tras 18 años en la sucursal uruguaya de un Banco estadounidense, me volví a la Universidad y me gradué como Traductora Púbica de Inglés, en la Fac. de Derecho. Y ahí tienes, así me hice traductora «oficial» – no sé si por vocación, pero sí por mi fascinación con los idiomas (y entremedio, me olvidé de mencionar que también metí mano al italiano…. pero esa es otra historia, quedará para otro día). Me encanta que hayas usado el «ustedes» en vez del «vosotros», porque me sospecho que los canarismos y los uruguayismos están muy próximos en verdad.

    Un saludo amistoso, desde Montevideo.

    • Hola, Nelida:

      Gracias por comentar.

      Otra historia totalmente distinta a la de los demás. Es curioso como todos hacemos lo mismo. No exactamente, claro está, pero la misma profesión… y se llega a ella de maneras tan diferentes. Tienes un gran bagaje y, por vocación o no, también eres del «equipo de los traductores».

      Los «canarismos» cada vez se acercan más al habla de España. Hace algunos años, sí tenían más similitudes con el español de América. De todos modos, seguimos con innumerables vestigios de su habla, sobre todo, en el lenguaje oral.

      Cuidado si te pasas por España que, como ya sabrás, «meter mano» es otra cosa 😛

      Un saludo y hasta la próxima entrada. I hope!
      Devadip

  11. ¡Hola Devadip! ¡Hola a todas! 🙂

    Veo que aún no se ha atrevida a comentar ninguna parte masculina 😉 Gracias por esta entrada, me encanta que abordaras tus primeros pasos «blogeros» de esta manera y veo que has tenido mucho éxito al elegir así. ¡Adelante y muchísima suerte!

    En mi caso, la primera toma de contacto con las palabras – de la que soy una loca enamorada – comenzó cuando empecé a «leer» con 4 añitos. Me acuerdo que mi madre nos obligaba a acostarnos después del almuerzo (siesta en suiza, jejeje, ¡contradicción total!) y, como no nos dormíamos, nos ponía un libro en la mano y nos decía que «dibujáramos las letras con los ojos». Así me leí Löwenherz, mi primer libro – aún me acuerdo porque me impactó al descubrir que las letras que dibujaba tenían sentido – y a éste ejemplar le seguían muchísimos más. Mis autores favoritos durante mi niñez eran, entre otros: Hugh Lofting, Erich Kästner, Harriet Beecher Stowe, Constance Savery, Alexander Dumas y Antoine de Saint Exuperie, las personas y los personajes a las que hago responsables de mis prolongadas visitas a mi segunda casa, la biblioteca de la ciudad en la que vivía. Sigo con la costumbre de leer todo lo que cae bajo mis ojos, es una adicción que adoro, y los libros pasean conmigo a donde quiera que yo vaya – no, no me he podido acostumbrar al libro electrónico, aún me gusta oler papel, tocar texturas diferentes y disfrutar de pasar páginas a mano.

    Bilingüe desde la cuna al asignárseme desde el cielo una madre suiza y un padre canario, tuve la suerte de nacer y criarme en un país tan bello como es Suiza, para más detalle, en la parte germano parlante. En Suiza, lo de los idiomas es igual a comer y beber, algo más que pertenece a la vida normal. En la escuela nos daban clases en alemán (Hochdeutsch) , en la calle hablábamos el Schwytzerdütsch – dialecto suizo-alemán -, y en casa solo se admitía el castellano, aunque no siempre obedeciéramos esa orden. Así se daba el caso en que mi madre nos preguntara algo en español y nosotros contestáramos en dialecto o viceversa.

    Suiza es un país con cuatro idiomas oficiales – alemán, francés, italiano y romansch o retorrománico -, que busca y consigue calidad en todo lo que emprende, porque se empeña en hacer las cosas bien, con orden y seriedad. La educación es una de las más prestigiosas en el mundo entero y los idiomas son el plato fuerte. En mi caso, tuve la suerte de terminar la Sekundarschule con conocimientos de inglés y francés (obligatorios desde que entras en el colegio, puedes elegir entre francés o italiano) y diplomarme, dos años más tarde, en la Handels und Wirtschaftsfachschule Limania en Aarau – que tuve que ayudar a pagar, ya que mis padres no se lo podían permitir – , cantón de Argovia. No, no era una alumna que destacaba. En aquellos tiempos fue muy duro ser emigrante, aunque hubieras nacido en el país de acogida. Una rasgo identificativo, típico del emigrante era no tener patria. En Suiza era española porque mi padre lo era; en España era Suiza porque había nacido en Suiza. Me gusta la película de Carlos Iglesias «Un Franco, 14 pesetas» porque me identifico con Carlos, es de mi generación y supo plasmar magistralmente lo exquisito y lo menos del país que nos acogió en su día. La diferencia entre los dos – Carlos y yo – es, que él volvió antes que yo a España.

    Eso sí, veo que casi todas tenemos en común la afición a la musica y a traducir las letras de las canciones; mis grupos favoritos – y que aún me hacen tilín – fueron: Black Sabbath, Genesis, Aerosmith, Pink Floyd, Emerson Lake & Palmer, Manhattan Transfer, Weather Report, Ike & Tina Turner, The Beatles, Tom Petty & The Heartbreakers, The Who, The Doors, Supertramp, Scorpions, Lou Read, David Bowie, Steve Miller Band… bueno, bueno, bien de recuerdos 🙂

    En los años 80 emigré a Canarias y aún sigo aquí. Los años que siguieron se los dediqué a mi familia con todo mi amor, pero siempre estaba presente aquel gusanillo que me impulsaba a seguir el sueño de mi vida: trabajar rodeada de palabras. Lo conseguí, estoy en medio de mi Doble Grado en Traducción e Interpretación de la ULPGC, feliz y cansada al mismo tiempo por el sacrificio que supone estudiar y trabajar a la vez, orgullosa de ver que mi familia, amigos y compañeros de trabajo me animan a seguir adelante por duro que parezca la tarea, agradecida por tener esta oportunidad única, y, excitada porque en este tiempo valioso he aprendido y comprobado, que todo es posible si uno se lo propone. ¿Vocación? ¡No lo sé! Seguro está, que es lo que más me gusta hacer y en un futuro me veo trabajando entre miles de libros. Gracias a todos ustedes 🙂 y saludos desde Gran Canaria. http://marie-claire-palabras.blogspot.com.es

    • Hola, Marie-Claire:

      Vielen Dank für deine Aufmerksamkeit und deinen Kommentar!

      Otra historia que no tiene nada que ver con las demás…pero también acabas abducida por hacer que la gente se entienda gracias a tus traducciones.
      El hecho de vivir rodeado de lenguas en contacto (no pun intended), aunque no las hables todas, seguro que ayuda mucho a la hora de ser «idiomáfilo». Y Suiza es un lugar muy bueno para este contacto, tal y como cuentas. Suerte que tienen por allí.

      Ánimo con la titulación de TeI. Con el dominio que tienes de ambos idiomas, es pan comido para ti. 🙂

      Gracias por haberte pasado y por comentar.

      Un saludo,
      Devadip

  12. ¡¡Hola!! bienvenido a tu nuevo vicio que te quitará un par de horas muy majas que te puedes tirar durmiendo o procrastinando: la blogosfera.
    Pues yo discrepo un poco con lo que has puesto. Creo que en el mundo de la traducción (como de muchos otros labores) la gente puede llegar a ser un profesional haciéndose o habiendo nacido así. La vocación como define la RAE en un registro coloquial es: «Inclinación a cualquier estado, profesión o carrera.» y está claro que si tú tuviste esa inclinación a descartar historia e ir por los idiomas, algo de vocación tendrías.
    Ahora, en el diccionario específico de Inés (osease mi redefinición del concepto) creo que la vocación es algo que te llena al hacerlo por lo que te desvives. ¿Nunca has tenido una conversación estando de fiesta sobre la declinación de tal palabra, la conjugación de tal otra o el problema sintáctico que plantea tal estructura?
    Luego por otra parte, a mí siempre me ha dado mucha rabia la gente que entra a la carrera y le preguntas porqué ha entrado y te dice «porque me gustan los idiomas», creo que de esa gente una mitad termina encontrando su carrera idílica allí y otra tanta se harta por un simple motivo: la traducción no va de idiomas sino de cultura, conocimiento general e intuición de recursos.
    En mi caso por ejemplo me metí en traducción porque soy una persona que me daba mucha rabia elegir entre qué parte del conocimiento no voy a adquirir nunca. En traducción podría conocer de muchas otras cosas una vez terminada la carrera, además era una forma de ayudar a la gente, eso típico de «que la lengua no sea un obstáculo para la comunicación», hay un anuncio que me iluminó: http://youtu.be/PouNe-sJoi8

    En fin, pero que cada uno tiene sus motivos y sus vocaciones y sus razones para todo en la vida. Pero yo sí creo en la vocación 🙂

    Un saludo y espero a tu próxima entrada. Por cierto, me gusta mucho el diseño. Un besote

    • ¡Hola!

      Gracias por la bienvenida y, por supuesto, por tu comentario. 🙂

      Coincidimos en que el ámbito de la traducción constituye una fuente de conocimientos de varios campos totalmente distintos entre sí. Sin duda, es una de las características principales de los traductores. Ese eclecticismo puede llegar a convencer a un traductor incluso más que el hecho de trabajar con los idiomas o de hacer que la gente se entienda aunque vivan a 5.000 km de distancia y no hablen el mismo idioma.

      No coincidimos en el asunto de la vocación, realmente. Tan solo quería participación para que se plasmasen los distintos caminos por los que un traductor llega a ser un buen profesional. Y parece que lo voy consiguiendo. 🙂

      Por supuesto, he tenido varias conversaciones en distintas fases del día a día sobre traducción, conceptos, lengua, semántica, etc. En caso contrario, ¿sería traductor? 😀 Pero no nací con esa pasión por los idiomas… y si no hubiese entrado en el Colegio Alemán – conjeturas – quizá no sería traductor. Las circunstancias y también mis ganas por saber y aprender me han llevado a ser traductor. No hice historia, porque pensaba que no iba a tener salidas. Y, ahora tal y como está el país, todas las carreras tienen salidas… propuestas de salidas al extranjero 😀

      Gracias otra vez por pasarte y espero verte por aquí de nuevo.

      Un abrazo,
      Devadip

  13. Hola, Devadip:

    Gracias por iniciar este blog, que seguro que será muy interesante según vaya avanzando. Pasito a pasito se hace el caminito.

    Yo considero que lo que hago es por vocación, como dice Nieves por ahí arriba —y más gente, pero hoy voy algo apresurada y no me da tiempo a leer bien todo—, pero yo veo que hablamos de algo similar.

    Desde pequeña, los idiomas me llamaron la atención gracias a mis padres, porque mi padre había estudiado variso y los utilizaba (emigró de su país, estuvo en varios trabajando, etcétera) y mi madre también estudió en su colegio el francés. El caso es que siempre le dieron importancia a los idiomas y me matricularon en un colegio bilingüe. Conozco gente de mi promoción y de otras que salieron escaldados o sin ganas de seguir con el idioma más que para un uso esporádico o en viajes, pero en mi caso fue amor ciego, quise indagar, y empecé a enamorarme de las palabras, la ortografía, saber escribir y hablar bien…

    Así que sí, creo que en mi caso mis padres también depositaron su semillita y yo he realizado la versión extendida. 😉

    Un abrazo, ¡bienvenido a la blogosfera!

    Patricia
    @bluishwind

    • Hola, Patricia:

      Gracias a ti también por tu participación y la bienvenida. Posiblemente eres una de las precursoras de mi iniciación en la blogosfera, ya que me recomendabas que abriese uno. Y es de bien nacidos, ser agradecidos. 🙂

      Podemos decir que tu caso es una mezcla entre el de Nieves y el mío – aunque claro está es «tu caso», solo era por dar por entendido tu comentario. También tuviste la suerte de que desde pequeña te inculcaran los valores de la educación. Fundamental, no lo olvidemos, para poder realizar una carrera más tarde (valorar la importancia de estudiar y educarte) y, además, querer seguir haciendo eso para lo que has estudiado (o algo bastante parecido). Es normal que haya gente que salga escaldada, como mencionas. Muchos entrarían en el colegio privado (de idiomas, en este caso) a empujones. Como es el caso de varios niños: «Hola, soy papá, tengo dinero pues para el colegio de idiomas directo que vas» Este último caso irrita más cuando ni siquiera se trata por el supuesto bien del hijo: que aprenda otro idioma, blabla; sino que se trata de meter al niño en el mismo colegio que mi amigo Paco. No vaya yo a ser menos…
      De todos modos, diría que estos casos de «escaldados», aun habiéndolos siempre, son escasos en cada clase. Prácticamente todos los niños terminan valorando positivamente e incluso sacando provecho de haber tenido una educación cercana al bilingüismo. Como tú que, por lo que cuentas y lo que sé, eres buena traductora (y lo que queda por delante) y tiquismiquis de la lengua. Tiquismiquis, que es lo que se debe ser cuando se quiere ser profesional. 🙂

      Espero verte por aquí en futuras entradas.

      Un abrazo,
      Devadip

  14. Como bien sabe el auTHor de este blog, llevo tiempo queriendo responder debidamente a esta entrada. Para mí es uno de los debates más apasionantes acerca de nuestra profesión. Ahí va mi historia:

    Soy de un pueblo pequeño (si me apuráis, muy pequeño) de montaña en el que solo existía la posibilidad de estudiar en un colegio público. Mis padres no hablan ningún idioma aparte de la lengua materna. No han tenido la posibilidad de aprender más que unas nociones básicas de francés en el colegio y tampoco lo han necesitado ni les ha interesado demasiado para su profesión. A pesar de haber nacido en el 85, siento que es como si hubiese nacido mucho antes en comparación con las posibilidades de otros compañeros de mi edad que se criaron en poblaciones más grandes.

    He tenido que convencer a mis padres para dedicarme a lo que me dedico y sobre todo para que me dejasen estudiar a más de 600 km de casa. Les costó mucho. Tanto, que tuve que matricularme en otra carrera que tenía más cerca. Un año después les convencí para hacer las pruebas de acceso. No estaba a disgusto, pero esa no era mi vocación. Tenía que intentarlo. A ellos les costó y a mí más puesto que sabía que esto era lo que quería hacer desde los 12 años aproximadamente.

    Digo que sé que quería ser traductora desde los 12 años porque fue cuando le puse nombre a estos estudios de los que nunca había oído hablar. Una profesora del instituto me habló de ellos y ahí empezó todo. He tenido la suerte de que todos mis maestros y profesores de idiomas me han motivado muchísimo. Los idiomas me gustaban, mi memoria absorbía palabras con facilidad, nunca he estudiado gramática…pero tampoco sabía a ciencia cierta si aquello «se me daba bien» si nadie a mi alrededor me lo decía. Al principio, creía que era más una cuestión de oído porque empecé a hablar muy pronto (a los seis meses) y entré en preescolar sin haber cumplido los 4 años pero sabiendo leer.

    A los 8 empecé con el inglés, a los 10 en una academia de clases particulares…a los 12 con el francés en el instituto y ante la imposibilidad de encontrar a nadie que me diera clases en el mismo pueblo, cogía un autocar a las 6 de la mañana todos los sábados y hacía un viaje de 2 horas y media para recibir clases en la Alliance Française. Aquello me abrió unas posibilidades inmensas… Acostumbrada a esperar meses para recibir libros en versión original y releer libros de la biblioteca del instituto que traían para mí, puesto que yo era la única que los leía… Jugaba a traducir, traducía a la vista todo lo que caía en mis manos y aún lo sigo haciendo…y me sorprendió saber que yo no era la única que jugaba a eso, que ese juego existía de verdad y con muchas otras variantes… De modo que para mí es completamente vocacional, pero también creo que es vocacional en la parcela más creativa de la profesión.
    Todavía no he conocido a nadie que haya querido dedicarse desde niño a la traducción técnica o jurídica así que entiendo el punto de vista de muchos de los comentarios y el de la entrada. Y de todas formas estoy de acuerdo en que
    por mucha vocación que exista no hay duda de que la práctica hace al maestro…

    Espero no haberos aburrido mucho.
    Enhorabuena por el blog.
    Esmeralda
    Traductora audiovisual EN-FR-ES Especializada en cine, televisión y accesibilidad (audiodescripción).

  15. Pingback: El alemán y yo « La sonrisa del traductor

  16. Hola, Esmeralda (no sabía tu nombre hasta leer esto):

    Me he lucido también en tardar en responder…Y no es porque hayas aburrido, ni mucho menos. Más bien al contrario porque has hecho que tenga varias preguntas.

    La primera es: ¿Las mujeres tienen algo especial para recordar acontecimientos de la infancia? ¿Cómo pueden recordar esas exactitudes de edades y lo que hacían? Habría que hacer un estudio de estos antropológicos/estereotipadores…

    En mi caso, no digo que no sea vocacional porque me dedique a la traducción jurada (que no es a la única que me dedico y, además, si tuviese la posibilidad haría ya el Máster de audiovisuales). Yo no creo en la vocación para prácticamente ninguna profesión. Es más, la vocación la he oído asociada, sobre todo, a profesores (que enseñan muy mal, pero lo de ellos es vocación…).

    Desde luego, es innegable tu conexión con la traducción desde temprano. Toda una suerte haberlo tenido tan claro; estoy seguro de que repercute positivamente en tus traducciones de hoy.

    Muchas gracias por comentar (más vale tarde que nunca – y tampoco es tarde si la dicha es buena :D). Pásate por el blog cuando quieras.

    Un saludo.

Replica a Patricia Lluberas Cancelar la respuesta